viernes, 17 de octubre de 2008

DJEMAA EL-FNA







La plaza Djemaa el-Fna es sin duda el centro neurálgico de la Medina de Marrakech. Intentaré ser objetivo, pero como decía reiteradamente John Malkovich en Las Amistades Peligrosas: "No puedo evitarlo". Ya en alguna ocasión he escrito acerca de la opinión que me merece que algún lugar, paisaje o monumento se declare "Patrimonio de la Humanidad". En el caso particular de la plaza Djemaa el-Fna a alguien se le ha ocurrido la brillante idea de declararlo "Patrimonio oral de la Humanidad", ya que por lo visto en esta plaza se ve representada una gran actividad social: Grupos de chicas gobernadas por una madam que no dejan de perseguirte y darte el coñazo para que te hagas un tatuaje de henna con una jeringuilla que parece salida de una cloaca. Atosigadores artistas que se empeñan en colgarte el macaco en el hombro a cambio de unos dirjams. Unos "encantadores de serpientes" que además de perseguirte con el reptil en mano no paran de darte la lata, por unos dinares nada más (en la guía de Lonely Planet hay un apartado en el que nos cuenta que no debemos tener miedo, ya que le cosen la boca al reptil y santas pascuas). La ridiculización de la figura del aguador a cargo de cuatro payasos disfrazados y colocados hasta la médula, intentando colarte una foto junto a ellos a cambio de unos dirjams. Saltimbanquis de medio pelo que tras realizar una acrobacia te piden unas monedas. Aún recuerdo la mirada y gestos amenazantes que me profería un individuo por no haber elegido su carro de entre los 20 que hay en la plaza para tomarme un zumo de naranja y que no hacía ni un instante me sonreía e invitaba. Al caer la noche la plaza coge otro olor, se montan chiringuitos con un sinfin de comida, aquí se mezclan turistas y locales y comparten mesa. Reconozco que la comida, dadas las condiciones, es exquisita.


Imagino que todo lo relatado anteriormente puede parecer una pataleta, pero trato de escribir las cosas tal como las he vivido, sin adornos de guía de viaje, ni con la visión de un nostálgico viajero. Personalmente no concibo un viaje si a cada segundo de mi existencia tengo que quitarme a alguien de encima, sencillamente no puedo respirar, y creo que es parte importante del viajero la libertad, poder perderte y encontrar la salida (sin que ningún "extra" te "ayude" si no se lo pides, claro está).


No pongo en duda que hace un siglo atrás la plaza fuera atrayente y encantadora y un lugar de encuentro de artistas, contadores de historias, encantadores de serpientes..., de los que tanto hacen mención viajeros, guías y demás, pero pongamos los pies en el suelo y seamos críticos: Djemaa el-Fna no funciona, sencillamente no respira autenticidad. He leído también que en la actualidad es el turismo el que mantiene toda esa esfervescencia, pues espero que mi visita no haya servido para engrosar ese falso mito.

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